“¿SER, HACER O TENER DÓNDE ESTÁ
LA CUESTIÓN?”
Pr. Yosvany R. Garcia
“Ser o no ser” la gran duda de
Hamlet planteada por Shakespeare. En medio de un ambiente cargado de
conspiraciones y muerte, el príncipe Hamlet heredero al trono de Dinamarca se
sumerge en una aparente locura. Tras la repentina muerte de su padre sólo aspira
a dos cosas: el amor de su madre y el trono que le corresponde como herencia. Sumido
en profunda angustia, el consentido y adolecente príncipe se acerca a la Reina.
¡Oh sorpresa! en lugar de encontrarla sufriendo por la pérdida del Rey, descubre
que ésta se prepara para la boda con Claudio, su tío. Ahora todo se ha vuelto
inseguro y contradictorio. Siente que debe vengar a su padre que ha sido
envenenado con la ayuda de la reina Gertrudis (su madre), pero la duda lo
asalta constantemente. “Ser o no ser he ahí el dilema”.
La famosa frase de Shakespeare
sigue trayendo ciertas consideraciones. En la obra antes mencionada, pareciera
advertirse que la duda del príncipe radica realmente en lo que debiera hacer con el objetivo de tener.
Ser, hacer y tener son tres verbos que aun en la actualidad no logramos darle un
orden objetivo. En algunos casos se sacrifica el tener para poder hacer,
en otros se sacrifica el ser para
poder hacer con el objetivo de tener, y en otros sólo actuamos por lo
que somos.
Pensando en esto ¿a cuál de ellos
le daríamos el primer lugar? Evaluemos algunos puntos de vista:
Ser: Un verbo sumamente utilizado como argumento eficaz
en nuestros estos días. Por ejemplo, mientras vivíamos en Argentina se aprobó
la ley del “matrimonio igualitario”, el discurso recurrente de entrevistados y
entrevistadores consistía en actuar simplemente por lo que se es. De acuerdo a lo que es, se hace y obtiene lo que se desea.
Pero, ¿dónde encuentra el ser humano un patrón para su ser? ¿Qué somos?, ¿Que soy?
Hacer: Este es el verbo preferido de los revolucionarios. Hacer, construir bajo cualquier
circunstancia, luchar contra todo obstáculo para lograr una sociedad con
individuos ideales (ser). Es este hacer el que producirá milagros. Es la
acción impostergable bajo la cual se llevan a cabo las mas sangrientas guerras
a nivel tanto de individuos, como de familias y naciones.
Tener: Creo que en esta época es el verbo que se lleva la
mayor cantidad de votos. En el peor de los casos, es el sinónimo del
consumismo. Es aquel verbo que al desequilibrarse se convierte en la
satisfacción egoísta del yo. Es el que se utiliza para aplastar las ideas y
beneficios de otros subordinándolos a mis intereses. Es, entre otras cosas, una
de las fundamentales causas de la enfermedad del siglo: el estrés.
¿Ser o no ser? ¿Hacer o no hacer?
¿Tener o no tener? ¿Dónde está la cuestión?
Pareciera que en nuestro mundo
tanto el ser como el hacer
se han convertido en simples medios
para el tener. Los objetivos o metas
materiales, sin ser malos en sí mismos, se han convertido en el móvil o
incentivo máximo de la sociedad. Por ejemplo, se estudia para convertirse en un
profesional, pero el objetivo final, generalmente, es obtener autos, viajes,
casas etc. La elección de la carreara profesional se evalúa por cuan lucrativa
puede llegar a ser. El tener se ha
convertido en la meta, una meta que no satisface totalmente y por lo tanto, la
búsqueda continúa insaciablemente.
¿Qué podemos encontrar en la
Biblia al respecto? Pues vayamos a los orígenes. “Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios.
Hombre y mujer los creó” (Gen 1,27 NVI). Evidentemente el
autor prioriza la idea del ser. Es
ésta la prioridad bíblica; la criatura recién creada es un “ser humano” con características distintivas, y sobre todo,
ha sido creado a la “imagen de Dios”. La
primera información que se ofrece acerca de la criatura: lo que él es.
Inmediatamente después, la Biblia declara de manera explícita el hacer: “y los bendijo con estas
palabras: Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y
sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos
los reptiles que se arrastran por el suelo” (Gen 1,28 NVI). Es
notable como el hacer desde el punto de
vista bíblico es una bendición como lo presenta la primera parte del texto. La
bendición de Dios no puede degenerar en enfermedad, el hacer no puede convertirse en un elemento destructivo pues dejaría
de ser una bendición.
Los versículos siguientes del mismo capítulo
presentan el tener de acuerdo a las
prioridades de Dios. “También les
dijo: Yo les doy de la tierra todas las plantas que producen semilla
y todos los árboles que dan fruto con semilla; todo esto les servirá de
alimento. Y doy la hierba verde como alimento a todas las fieras de la tierra,
a todas las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se arrastran por
la tierra. Y así sucedió.” (Gen 1,29-30 NVI). Dios dice que el tener viene de él. Lo que tenemos es porque Él de
antemano lo había preparado para nuestro beneficio.
Este orden prescrito
por Dios en su palabra, moldea la actitud de la criatura frente a la vida. El
criterio que el individuo tiene de sí mismo (ser) no va a depender de un sentimiento que pudo estar dominado por
circunstancias que le rodearon en algún momento de su vida. Tampoco lo va a
estar por lo que la sociedad acepte o no como correcto de acuerdo al momento y
la situación histórica que se viva. No estará determinado aún por alguna
desviación moral que una mayoría o el propio individuo percibe como correcta.
El ser está determinado, según
nuestros orígenes, por el hecho de haber sido creados a la imagen de Dios.
En Génesis 2 se
advierte como el autor amplía de manera clara esto que hemos venido
presentando. Gen 2,7 describe la creación del hombre (ser). Gen 2,8-15 presenta como Dios crea las condiciones para que
su criatura se desempeñe (hacer). Gen
2,16-25 muestra todos los beneficios que la criatura recibe (tener). Es destacable que cuando a Adán se
le presenta su pareja, éste no altera el orden de Dios. No le menciona a Eva lo
que ella como esposa debía hacer,
tampoco le muestra una lista de todas aquellas cosas que la pareja posee. Lo primero que hace Adán es
mostrarle quien es ella. “El cual exclamó: Ésta sí es
hueso de mis huesos y carne de mi carne. Se llamará mujer porque del
hombre fue sacada” (Gen 2,23 NVI).
Aunque en este artículo
no pretendo agotar todas las implicaciones que posee este análisis, si quisiera
traer una pequeña y significativa escena del Nuevo Testamento. La describe
Lucas en el capítulo 10 de su evangelio a partir del verso 38. Jesús entra a
cierta aldea, al parecer en Betania (Jn 11,1) y allí se encuentra con dos
hermanas. Marta, es la mayor de ellas, y es quien asume la responsabilidad de
la casa de quien, al parecer, pertenece. El v 40 señala que Marta se siente
abrumada por la responsabilidad y se empeña en hacer. María, su hermana, se queda a escuchar a Jesús. Marta,
convencida de que hace lo correcto ce acerca con un reclamo: “—Señor, ¿no te importa que
mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude!”
(Luk 10,40 NVI).
Esta
hermana mayor en un ícono del trabajo arduo, es la luchadora incansable, la
típica estresada por las circunstancias. La que vive convencida de que un buen
individuo cristiano tiene que generar, pues al fin y al cabo el mandamiento
dice “seis días trabajarás” (Ex 20,8). Con pocas excepciones todos
coincidiríamos que el reclamo de Marta es razonable, pero la respuesta de Jesús
nos sorprende: “—Marta, Marta —le contestó Jesús—, estás inquieta y preocupada
por muchas cosas, pero sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y
nadie se la quitará” (Luc 10,41-42 NVI).
Luego
de haber analizado el orden de Génesis 1 y 2 comprendemos la respuesta de
Jesús. Marta debía comprender que el hacer
para tener no puede preceder el ser. La criatura a causa del pecado se
ha distanciado de su creador y la imagen se ha distorsionado. María había
experimentado la profundidad del pecado y Jesús haciendo un despliegue de su
misericordia le había mostrado quien era ella realmente (Jn 8, 3-11). El perdón
de Dios le hizo restablecer el orden de sus prioridades. Todo lo que necesitaba
era estar cerca de su creador pues ello le devolvía su identidad. Cuando tuvo
la certeza de quien era, podía
disfrutar de lo que hacía y aceptar lo
que tenía. No con una actitud
conformista que limita el hacer
confundiéndolo con la pereza, sino con la diligencia que caracteriza a aquellos
que establecen las prioridades de acuerdo a lo establecido por Dios en su
Palabra.
La
Justificación por la Fe presentada en el NT tiene mucho que ver con lo que
venimos hablando. Si el creyente prioriza el hacer para tener la
salvación alterando el orden establecido en los orígenes se convierte en un
legalista. En cambio, si prioriza la relación con el creador restableciendo así
su ser, ya se habrá colocado en el
camino de la salvación dispuesta de antemano por el Creador, y va a actuar (hacer) en consecuencia a ello.
El hacer se determina con la correcta
orientación del ser centrada en el
Creador. Un hacer encaminado al
crecimiento constante y santificador. A su vez, el hacer, bien orientado por la obra del Creador, funcionará como catalizador del estado de mí ser “…por sus frutos los conoceréis” Mat 7, 20. Por consiguiente,
no se desestima el hacer en la vida
del cristiano. Santiago lo describe con claridad “Pero alguno dirá: Tú tienes
fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por
mis obras. (Santiago 2,18). Es además mi hacer una bendición para el otro que precisa de mí. “…De cierto os
digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo
hicisteis. (Mat 25, 45)
En el proceso de la salvación
el Creador anhela restaurar mi ser el
cual direccionará mi hacer y mi tener, pero estos últimos indudablemente
impactarán mi ser. Por lo que la
solución no consiste en distanciarlos ni excluirlos, antes bien, establecer su
orden tal como lo muestra la Escritura.
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos
por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis
cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. (Rom 12, 2)
He
aquí la cuestión: Soy hijo de Dios, hago la voluntad de mi Padre y tengo el resultado de los que soy y lo que hago.
Pr Yosvany R. Garcia